Combustión espontánea humana

Se utiliza el término combustión espontánea humana para describir los supuestos casos de incineración de personas vivas sin una fuente externa de ignición, y cuyos cuerpos quedan reducidos casi en su totalidad a cenizas.1​ Aunque existen multitud de hipótesis sobre la combustión espontánea, la posición mayoritaria es de escepticismo sobre la propia existencia del fenómeno.



Los defensores de la existencia de este fenómeno contabilizan alrededor de 200 casos desde el siglo XVIII.2​ Sin embargo, en la mayoría de los casos apenas hubo una investigación sobre las circunstancias que lo rodearon, y muchos de ellos se basan en testimonios de segunda o tercera mano y se carece de datos tan básicos como el nombre de la víctima o la fecha del incidente.



La explicación más probable de la mayoría de los casos es el efecto mecha, en el que la ropa o algún tipo de tela que cubre un cuerpo empieza a arder lentamente por efecto de una chispa o llama tenue. Mientras la tela arde, la grasa corporal se derrite y es absorbida por la misma ropa o tela ya carbonizada, lo que actúa como la mecha de una vela, produciendo así una llama suave y estable. Este tipo de llama puede arder por horas y carbonizar las partes del cuerpo en contacto con la tela sin llegar a afectar el resto del cuerpo.



Descripción del fenómeno

La combustión espontánea humana es un supuesto fenómeno donde el cuerpo de una persona arde por completo sin exposición a fuentes de calor externas. La creencia en el fenómeno se basa en algunos casos raros en los que se han encontrado los restos incinerados del cuerpo de una víctima en circunstancias donde no se puede determinar fácilmente la causa de la combustión. En la mayoría de los casos, las víctimas han sido encontradas totalmente reducidas a cenizas en su vivienda, aunque la habitación y los objetos a su alrededor presentan poco o ningún daño causado por fuego. En ocasiones, el fuego ha consumido completamente la mayor parte del cuerpo a excepción de algunas partes, quedando entre los restos fragmentos de hueso e incluso pies o brazos.


El estado de los restos de estas personas es muy diferente al en el que comúnmente se encuentran los restos de personas víctimas de incendios domésticos, cuyos cuerpos no se reducen a cenizas sino que permanecen completos, si bien carbonizados, y presentando incluso tejidos.

En la mayoría de los casos de alegaciones de combustión espontánea no se cuenta con datos forenses o investigaciones detalladas y se carece de información tan básica como el nombre de la víctima o la fecha del suceso. En los casos en los que sí se cuenta con descripciones detalladas y fiables aparecen una serie de elementos comunes:



1. El fuego suele estar localizado en el cuerpo de la víctima. Los muebles y electrodomésticos cercanos a la víctima suelen quedar intactos. Los alrededores de la víctima sufren poco o ningún daño.
2. La zona alrededor de la víctima y, a veces el resto de la habitación, se encuentra cubierta de un hollín grasiento.
3. El cuerpo de la víctima suele quedar mucho más quemado que en un incendio convencional. Las quemaduras, sin embargo, no se distribuyen uniformemente por todo el cuerpo. El torso suele quedar muy gravemente dañado, a veces reducido a cenizas, pero las extremidades de las víctimas a veces quedan intactas o poco dañadas.


4. Todos los casos ocurren en el interior de edificios.
5. Casi siempre las víctimas tienen algún problema de movilidad (invalidez, sobrepeso...) o se encuentran incapacitadas (consumo de alcohol, barbitúricos...).
6. En todos los escenarios hay alguna posible fuente externa de ignición.
7. Nunca hay testigos oculares del momento del suceso.


8. Las víctimas son encontradas un largo tiempo después de ser vistas con vida por última vez (típicamente más de 6 horas).
9. Las víctimas, en los casos citados, tienden a ser adultos mayores.

Explicaciones científicas

Las explicaciones racionales de estos sucesos se engloban en dos categorías básicas: accidentes donde un incendio tipo efecto mecha tuvo lugar, o bien crímenes que se pretendieron encubrir mediante alegaciones de combustión espontánea.



El efecto mecha

A pesar del nombre de “espontánea”, lo cierto es que nunca ha habido testigos presenciales del momento de la ignición y en todos los casos con suficiente información transcurrieron varias horas desde que la víctima fue vista por última vez y el descubrimiento del cadáver. El efecto mecha fue propuesto por D. J. Gee en 1965 como explicación de la muerte de una mujer.7​
El efecto mecha (o efecto vela) se produce cuando la ropa de la víctima se prende con alguna fuente de ignición externa. Si se dan las condiciones adecuadas, este primer fuego quema la piel y empieza a derretir la grasa corporal. Esta grasa es absorbida por la ropa, que actúa como la mecha de una vela, alimentando el fuego de forma constante durante horas. La grasa humana arde a 215°C aunque, si está embebida en una mecha puede arder a una temperatura menor



Experimentos de J.D. De Haan.

Si bien el efecto mecha logra explicar el origen de la fuente de combustión, el hecho de que los huesos se reduzcan a cenizas presentaba un misterio. Incluso en los modernos crematorios, que trabajan con temperaturas de 870-980 °C, los huesos no se consumen completamente y tienen que ser molidos. Los experimentos de J.D. De Haan, del Instituto Criminalista de California, lograron demostrar que aunque esta temperatura es mucho menor que la utilizada en hornos crematorios, en estos la temperatura está optimizada para incinerar un cuerpo en poco tiempo, y temperaturas menores pueden conseguir el mismo efecto si actúan durante bastante tiempo.

J. D. De Haan, experto forense en incendios y autoridad sobre el efecto mecha, ha estudiado, explicado y reproducido el efecto con éxito y divulgado sus experimentos en documentales para la BBC y National Geographic Channel.



En el experimento de De Haan, un cerdo fue envuelto en una manta y situado en una habitación simulada. Se vertió una pequeña cantidad de gasolina sobre la manta para iniciar el fuego. Tras prender la gasolina, los investigadores dejaron arder la manta por sí misma. La temperatura del fuego fue medida regularmente y era de solo unos 800°C. A medida que el fuego quemaba la piel del cerdo, su grasa subcutánea se derretía, fluyendo hasta la manta. La médula ósea, que contiene gran cantidad de grasa, también contribuyó al fuego. El mobiliario de alrededor no sufrió daños, aunque se fundió la carcasa de plástico de un televisor situado sobre un aparador. El fuego hubo de ser apagado manualmente después de siete horas, cuando la mayor parte del cuerpo del cerdo había sido reducida a cenizas.

Con este experimento, los investigadores de la BBC explicaron las siguientes características de la combustión espontánea:


.  El fuego está altamente localizado: las llamas tenían menos de 50 cm de alto, por lo que el fuego normalmente no se propaga a los muebles cercanos.
. El cuerpo resulta severamente quemado: el fuego, relativamente no muy caliente, puede arder durante un largo periodo de tiempo, como ocurrió, al ser alimentado por la propia grasa corporal de la víctima, lo que explica por qué el cuerpo puede arder durante tanto tiempo.
. Los electrodomésticos situados sobre aparadores o similares no se incendian: el fuego calentó continuamente el aire y produjo una corriente de convección, pero los objetos circundantes no se quemaron, fueron solamente afectados como en los escenarios conocidos: derretimientos de plásticos, etc.

Casos Notables

Nicolle Millet[editar código · editar]
Aunque existen historias anteriores, el primer caso de muerte atribuida a la combustión humana espontánea con fecha conocida ocurrió en 1725. El caso fue recogido por el francés Jonas Dupont en el libro De Incendiis Corporis Humani Spontaneis (Sobre el fuego espontáneo en el cuerpo humano). Dupont se inspiró en el caso de un hombre que fue juzgado por el asesinato de su mujer. La víctima, Nicolle Millet, había sido hallada quemada en una silla que permaneció indemne. Durante el juicio, un joven cirujano llamado Nicholas le Cat convenció al jurado de que la muerte de la mujer era un caso de combustión humana espontánea. El acusado fue declarado inocente y el jurado dictaminó que la mujer había muerto «por la visitación de Dios».17​ En Secrets of the Supernatural Joe Nickell afirma que los restos de la señora Millet no fueron encontrados en una silla sin quemar, sino que su cabeza, parte de la columna vertebral y de las extremidades inferiores fueron encontrados quemados en la cocina, donde el suelo se encontraba también quemado. Nickell afima que el marido fue realmente condenado pero que la condena fue revocada posteriormente. Nickell se basa en tres fuentes para su reconstrucción del caso: Elements of Medical Jurisprudence (1835) de G. H. Lewes; Spontanteous Combustion de la Blackwood's Edinburgh Magazine, n.º 89; y Principals and Practice of Medical Jurisprudence (1883) de T. Stevenson

Cornelia Zangari di Bandi, Condesa de Cesena

Este caso es famoso por haberlo citado el novelista Charles Dickens en el prefacio de su novela Bleak House. La condesa, de 62 años de edad, murió en algún momento anterior a 1731. La condesa había estado bien todo el día, pero durante la cena se encontraba «embotada y con pesadez». La doncella la acompañó a su habitación y, al día siguiente, al no levantarse a la hora habitual, fue a despertarla y encontró los restos de la condesa. Según el relato, la habitación se encontraba llena de hollín. El cuerpo de la condesa había sido reducido a un montón de cenizas que se encontraba a poco más de un metro de la cama, aunque sus piernas y parte de su cabeza se encontraban relativamente intactas. La cama y el resto del mobiliario no habían sido afectados por el fuego, pero estaban cubiertas por una capa grasienta y maloliente. En el suelo se encontró una lámpara de aceite cubierta de cenizas, pero sin aceite. La forma en la que se encontraron las sábanas parecía indicar que la condesa se había levantado en algún momento de la noche.

Mary Reeser


Este caso reavivó el interés popular por la combustión espontánea, que había decaído a lo largo del siglo XIX y primera mitad del XX. Mary Reeser era una viuda de 67 años con problemas de sobrepeso, residente en St. Petersburg, Florida. La última vez que se la vio con vida fue el 1 de julio de 1951, cuando su hijo y su casera, Pansy Carpenter, estuvieron con ella por la tarde. Ese día, a las 5 de la madrugada, la señora Carpenter se despertó por un olor a quemado pero, pensando que se trataba de una bomba de agua que se había recalentado, la apagó y volvió a la cama. Por la mañana, recibió un telegrama dirigido a la señora Reeser. Cuando fue a entregárselo, notó que el picaporte estaba caliente, por lo que, alarmada, fue a pedir ayuda. Junto con dos pintores que estaban trabajando cerca, consiguió entrar. El rincón donde se encontraba la silla donde habían dejado la tarde anterior a Mary Reeser se encontraba seriamente quemado. Los más de 75 kg de peso de la señora Reeser se habían reducido a cenizas, y sólo su pie izquierdo era identificable. También se encontraron su hígado, algunas vértebras y su cráneo, reducido al tamaño de una pelota de béisbol. Todo el apartamento mostraba daños por calor por encima de los 1,2m de altura. Las paredes estaban cubiertas con un hollín grasiento, un espejo se había roto y varios objetos de plástico se habían fundido. Por debajo de esa altura, la única evidencia de fuego era una pequeña zona circular quemada donde había estado Mary Reeser. Un reloj de pared también fue afectado por el calor y se paró a las 4:20 h de la madrugada.18​ El hijo de la señora Reeser declaró que, cuando dejó a su madre, se encontraba fumando un cigarrillo y se había tomado dos cápsulas de Seconal (un barbitúrico). El informe de la policía concluyó que Mary Reeser se había quedado dormida con un cigarro encendido, que éste prendió su bata y el cuerpo se consumió por la combustión de sus tejidos grasos

John Irving Bentley


El Dr. John Bentley era un cirujano retirado de 92 años. El 4 de diciembre de 1966 unos amigos estuvieron de visita en su casa y se fueron alrededor de las 9 de la noche. A la mañana siguiente, Gosnell, un empleado de la compañía eléctrica fue a revisar el contador del Dr. Bentley. Dado que Bentely tenía problemas de movilidad y sólo podía andar con su andador, Gosnell tenía permiso de éste para entrar en el sótano siempre que fuera necesario. Cuando bajó al sótano, Gosnell notó un extraño olor y un hollín azulado, por lo que subió al piso a investigar. El dormitorio estaba lleno de humo, y en el cuarto de baño encontró los restos de John Bentley. Lo único que quedaba de él era un montón de cenizas y su pie derecho. Cerca de los restos estaba su andador, con los mangos de plástico todavía intactos. Al parecer, el Dr. Bentley era un fumador empedernido y bastante descuidado de pipa. En su armario se encontró ropa con quemaduras de tabaco.

El bebé Rahul


En agosto de 2013, Rahul, un bebé de dos meses y medio de Tamil Nadu, India, fue ingresado por cuarta vez por graves quemaduras. Tratado en la Facultad de Medicina y el Hospital Kilpauk en Chennai, su madre alega que Rahul empezó a arder de forma espontánea. Sin embargo, los resultados de las pruebas iniciales (que mostraron normal funcionamiento de su hígado y los riñones) y la distribución de las quemaduras hacen sospechar a los médicos que se trata de un caso de maltrato infantil









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